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Soy de La Higuera, provincia El Seibo, República Dominicana; soy feliz, soy libre, soy caribeña, soy latina, soy espíritu, soy energía, soy alma, soy luz, estoy despierta, soy Jahaziely

lunes, 15 de octubre de 2012

Evangelio de paz...


El gusto es relativo. Así que mi gusto por el evangelio quizá sea particular. El gusto mío por el evangelio es un evangelio que anuncia la paz y que promueve la transformación social.

Hoy se subió un hombre a la guagua (autobús) en que venía y a cada pasajero le entregó un tratado (publicaciones breves y gratuitas que distribuyen algunos cristianos para anunciar el evangelio). Como son tan breves los suelo leer. Pues nada, empecé, el título era "La tienda de Dios gratis para ti". 

Cuando empecé a leer me pareció un escrito lleno de paz, pero como estoy acostumbrada a leer tratados que lo que hacen es recordarme amenazantemente que "me voy a perder" y que "voy a arder en un lago de azufre y fuego", pasé rápidamente mi vista por todo el escrito buscando la espinita que la mayoría de veces encuentro y que inmediatamente me hace soltar el tratado.

Pues no, no la encontré, ni en un solo rincón de los cuatro lados del tratado. La narración era acerca de un hombre que iba por un camino, entró a una tienda llena de ángeles y empezó a comprar paciencia, amor, comprensión, sabiduría, fe, perdón, fuerza, coraje, salvación y oración. El mismo protagonista de la historia, ficticia por supuesto, narra que ya cuando iba a pagar la cuenta vio junto al cajero un estante con paz y felicidad, y que también las tomó y las echó en su canasta; que luego vio que la alegría colgaba del techo y aprovechó para coger un paquete.

El fin es que cuando el hombre va a pagar la cuenta el cajero le dice que no, que todo eso es gratis, que ya Jesús pagó para que él pudiera disfrutar todas esas cosas gratuitamente ¡Qué mensaje tan lindo!

Honestamente el mensaje me llegó, lo sentí tierno y lleno de amor. Ni una palabra negativa en todo el escrito. Sentí una sensación de paz con todas las palabras lindas de significados buenos que leí allí. Ciertamente sentí deseos de congregarme en una iglesia con capacidad de producir algo tan positivo, tan alentador y tan bueno.

Verdaderamente, digan lo que digan, para mí el evangelio debe ser una cuestión de paz. Las condenas abruman. En un mundo en el que la gente pasa por tantas situaciones difíciles, cansancio, calor, enfermedad y escasez, subirse a una guagua a escuchar una persona diciendo que no eres hijo de Dios, que te vas a perder, que vas a arder en un lago de fuego, que estás en pecado, que todo lo que te pasa es un castigo de Dios porque eres pecador y por no convertirte, es realmente una cosa desoladora. 

Sé que hay formas más efectivas de promover algo tan precioso, algo así como ese tratado que leí hoy. Algo a lo que yo llamo: ¡Un buen tratado!

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