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Soy de La Higuera, provincia El Seibo, República Dominicana; soy feliz, soy libre, soy caribeña, soy latina, soy espíritu, soy energía, soy alma, soy luz, estoy despierta, soy Jahaziely

lunes, 26 de enero de 2015

Mis días patrios en El Seibo

Una de las cosas que más me enorgullecen y recuerdo de mi querido pueblo, El Seibo, es su patriotismo. La conmemoración del natalicio de Juan Pablo Duarte era una fiesta municipal por todo lo alto y lo ancho. Meses antes de las fechas patrias los estudiantes de casi todos los centros de educación básica y el liceo practicábamos la marcha del día de Duarte, de la Independencia y de cada otra efeméride patria.

Casi todos los días recuerdo a mis profesores de Educación Física Rafa, Pempo o hasta al mismo Villa, en la Eloina Constanzo, la escuela de La Higuera o el liceo Sergio Augusto Beras, cuando nos decían con autoridad: -“marque el paso… marrrrrrr, 1, 2, 1, 2, 1, 2, 3 y 4”  y luego, a mitad de la marcha retumbaban con sus impetuosas y estridentes voces que se escuchaban en todo el patio gritando: -“exhibición, cadencia, 1, 2, 1, 2, 1, 2, 3 y 4”.



Todo eso duraba desde la práctica hasta el día de la marcha en que atravesábamos casi todo el pueblo en cadencia total sosteniendo la bandera hasta llegar al parque Juan Pablo Duarte donde se realizaba el acto de cantar, declamar, exponer, dramatizar y bailar, todo en nombre de Duarte y de la Patria. El mismo Villa siempre coordinando el tradicional coro del liceo y la profesora Esmeralda organizando las poesías. Qué dicha haber estado allí en aquellos tiempos. Cuántas enseñanzas con tan solo recitar, marchar y cantar. Así aprendimos a elogiar, a respetar y a recordar a los patriotas y así es como se han convertido en adoración estos días de colores azul, rojo y blanco.

Y aunque la madre de Juan Pablo Duarte, doña Manuela Díez Jiménez era seibana, no solamente para la conmemoración de Duarte se realizaba este acto, siempre fue así para Matías Ramón Mella, Francisco Del Rosario Sánchez y cada otra efeméride patria. Y así nos aprendimos sus himnos que de día en día sé que salen de nuestro corazón, pasan por nuestras gargantas vueltos un nudo y se liberan por nuestros labios ya a estas alturas concebidas por nuestras conciencias como puras canciones de amor.

Y mis compañeras y mis compañeros, qué grandes, no importaba qué tan caliente se sintiese el sol o lo larga que fuera la caminata, lo hacíamos con amor, llenos de orgullo, era todo un honor, uniformados de azul y caqui. Y hasta peleábamos por ser uno de quienes llevaran la bandera delante. Ese fue siempre un día de nerviosismo que nos erizaba al cantar el Himno Nacional.

Y cada quien siempre ponía su mayor empeño en que la marcha quedara impecable. Cadencia total, nadie osaba equivocarse. Como si fuésemos militares que ni en los giros ni en las vueltas raras se equivocaban. Siempre alineados y sin que alguien perdiera la cadencia ni siquiera cuando decían: -“desplegar”. Sin dudas que esos son de los mejores recuerdos de mi infancia y de mi adolescencia, un verdadero emblema. Deseo la misma dicha para mis hijos y las presentes y futuras generaciones de mi querida República Dominicana.


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